martes, 30 de septiembre de 2014

"Mírame. Mírame y prométeme que  no voy a volver a ver una mirada tan triste. Debería ser pecado.. Condenar a cadena perpetua a quién te haga llorar. Mi niña bonita, levanta. Mira.."

Sólo le quedaba una flor blanca, cuatro cigarros, un lápiz y algunos retales viejos que guardaba en su bolso.

Las primeras gotas cayeron sobre la punta de sus zapatos. Miró hacia arriba. Cerró los ojos y guardo todo el aire que pudo dentro de sus pulmones.
No era quizás el campo más bonito del mundo, pero era dónde tenía que estar en ese preciso instante. Era el único requisito para hacerlo maravilloso. Ella, el olor a tierra mojada, aquel sonido celestial. Aire. Tierra. Mundo.

"...esto es por lo único por lo que debes mojar tus ojos, pequeña. Sólo las nubes son merecedoras de ello. Y nadie ni nada más."

Se tumbó sobre la hierba mojada y se quedó allí para siempre. Era como si de repente nada importase. Sólo ella y el momento.

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