viernes, 13 de agosto de 2010

ViernesTrece



Llueve, llueve muy fuerte, como nunca ha llovido, es la mejor lluvia que me ha mojado jamás... No quiero que pare, odio secarme... Viene el viento, y te enfría, te enfría mucho.


Sí eres una niña, sí eres un duende, sí eres luchadora, y sí eres mi camino... Un cacho de pan.
Idiota..

domingo, 8 de agosto de 2010

Yo era su tesoro, supongo.

El frío de la noche enardecía nuestros abrazos, los suspiros se estrellaban en el edredón, y ante mi se agrandaban aquellos ojos apenas perceptibles, la nariz que se frotaba con la mía. En medio del silencio nos susurrábamos promesas increíbles, niñerías absurdas, declaraciones tópicas de puro repetidas que reverberaban en múltiples vibraciones, y tiempo se nos iba en hacer y deshacer la cama. La hice para ella alguna vez, tras descubrir un juego de sábanas que vete a saber tú de quién habría heredado, y le enseñé lo que era un embozo, algo desconocido en aquella tierra tan amiga de los edredones. Opinó que aquello era como un sobre, un sobre diseñado para guardar tesoros. Yo era su tesoro, supongo, desnuda y pura como un recién nacido, acogida en la frialdad y la blancura de las sábanas, en un útero de tela, y ella compartía conmigo aquel refugio, patinando hacia mi a través de la llanura de hielo resbaladizo que era la ropa de cama que yo había tendido estirado. Deslizándose en mi búsqueda, chocaba en lo oscuro , de pronto, y yo sentía su piel en contacto con la mía. Brotaban chispas eléctricas. Ella susurraba arrastrando las palabras con su voz anaranjada y me contaba las cosas que iba a hacer conmigo. Me hacia reír y mis gorjeos rebotaban en la bóveda de lienzo que me cubría entera. Y entonces sentía como entraba en mí, un ataque luminoso que alumbraba las sabanas. Buscaba con mi lengua la huella de su lengua, hundida en mis salivas. La huella de su lengua que nuevamente en ella depositaba, entre sus ingles. Era como si yo tuviera una microcámara en las yemas de mis dedos, que me permitiera ver su interior. Avanzaba, la atravesaba, vadeaba lagos, sorteaba recodos, hasta llegar a una pequeña bolita brillante que se dilataba en contacto con la yema de mi dedo, y a continuación sentía cómo se expandía a toda ella, cómo su túnel se ensanchaba y se contraía, aprisionado a mi dedo y a mí misma. Yo estaba en ella, y ella en mi.

Lucía Etxebarría

viernes, 6 de agosto de 2010


Tengo miedo. No soy yo. No sé quién es. ¿Cómo ha empezado todo? ¿Cómo he podido
llegar hasta aquí, hasta tal punto...?
Tanto daño... a ti, a ella, a mi mismo...Todo por esta mierda, esta puta mierda
incontrolable, ha tomado mis mandos, me domina, me persigue, va a acabar conmigo...
Creo que no puedo más. Soy demasiado débil... al final siempre gana ella.
Le he regalado mi cuerpo poco a poco, creo que ahora le pertenece mas a ella que a mi.
No puedo que él, cada vez me pesa más, me pesa más todo, y yo no puedo...

¿Cúantos?

¿Cuántos años de entrenamiento hacen falta para disparar directamente al corazón?